Un breve comentario para un breve cuento. Hay que nombrar primero
los temas obsesivos de Bernhard: la torre de la soledad intelectual, la
crueldad de la infancia, de la familia y de la educación occidental. El primer
Bernhard (no necesariamente en sentido cronológico), el de Corrección, el de
Frío, el de Extinción. Y esa sorna, ese desprecio por la alta cultura,
pero que no se expresa en la puberta e ignara fanfarronería gringa (como en los
beatniks, como en Boukowsky et alia legionaria crapulosa) sino por su
conocimiento de, precisamente, la alta cultura. En otras palabras desprecia a
Schopenhauer, Montaigne y Pascal cuando salen citados de los labios de sus ancestros, o
incluso de sus paisanos, pero no cuando son leídos como él, en clave de
derrumbe occidental.
Más que pensar en Montaigne (una referencia que se
me escapa) pienso en Platón y el agotamiento verbal. Como aquí:
It was not I who was the invalid and hence the weaker party, they said,
but rather they who were the invalids and the weakened party, they were lorded
over by me and not vice versa: I was their oppressor, they were not persecuting
me, but rather I them.
Donde el juego entre pasivo y activo (entre amante y amado), encuentra
resonancia en los diálogos platónicos y en esa veta socrática que, a fuerza de
darle vueltas a las conjugaciones y declinaciones (un tour de force menos
filosófico que lingüístico) llega a una conclusión supuestamente luminosa,
luego de haber arrinconado a su interlocutor a base del vaciamiento del sentido.
El otro filósofo en el que me hace pensar Bernhard no es tampoco ninguno
de los mencionados en el texto (aunque ecos hay de Heidegger e incluso de
Schopenhauer), Heráclito:
They stuck you in green clothes when you wanted to wear red [ones], in
cold [clothes], when warm [clothes] had been necessary, [when] you wanted to
walk, you were obliged to run, when you wanted to run, you were obliged to
walk, [when] you wanted repose, they gave you none, [when] you wanted to cry,
they silenced you.
Más allá del obvio sentido oximorónico del fraseo
--tan expoliado chabacanamente entre nosotros por Don Octavio-- el eco con el
Oscuro de Efeso está en la no resolución de las imágenes. En lo que los
antiguos llamaban aposiopesis. Los puntos suspensivos bernhardianos que
continúan como una plaga de hormigas como extensión del texto. Por ejemplo, cada vez que se introduce un "so to speak", que más que una muletilla, funciona como una duda razonable, que en las antípodas platónicas no busca resolver el discurso sino ponerlo en duda. Esto es difícil de probar en este texto en específico pero queda más claro en obras de más largo aliento. Como si el sentido se asfixiara y aniquilara, a cada paso y con cada tajante afirmación.
Nada heraclíteas eso sí, son sus
repeticiones. A Bernhard lo pienso siempre como el hermano snob y germano de
Gombrowicz y el tío mundano del provinciano Bolaño (sus bobos adoradores ignoran
gustosamente a toda su parentela, y hacen bien). Los tres se enseñorean de algo
que la crítica bien podría (ignoro sí lo ha hecho ya) llamar "la gramática
del absurdo". Lo interesante en Bernhard y Gombrowicz es que llegan al
sinsentido por caminos antitéticos y quizá complementarios; aunque el
rasgo compartido más claro sea la repetición: en forma de leitmotif en Gonbrowicz, (de acumulación y hartazgo en Bolaño --aunque habría que pensar que en su caso confeso y
declarado esa acumulación sea más que un estilo literario, un estilo de vida y
miedo a su viuda: engordó el 2666 como se sabe, para que el mamotreto durara y costara más), y finalmente por montaje cinematográfico en Bernhard.
Necesito más espacio para desarrollar esto pero digamos que las frases vuelven,
los nombres vuelven, iguales, cambiadas en parte, afectando el contexto pero
sin realmente afectarlo. Como cortes disyuntivos (jump-cut edition). En obras más largas y más acabadas de Bernhard como
Sí, o como Extinción o incluso en El Malogrado, esta repetición redunda en un
negro y sabroso humor, que aquí está ausente.
O.H.T