sábado, 20 de marzo de 2010

Los unicornios, Julio Torri (20.03 - 04.04)

Creer que todas las especies animales sobrevivieron al diluvio es una tesis que ningún naturalista serio sostiene ya. Muchas perecieron; la de los unicornios entre otras. Poseían un hermoso cuerno de marfil en la frente y se humillaban ante las doncellas.

Ahora bien, en el arca, triste es decirlo, no había una sola doncella. Las mujeres de Noé y de sus tres hijos estaban lejos de serlo. Así que el arca no debió de seducir grandemente al unicornio.

Además Noé era un genio, y como tal, limitado y lleno de prejuicios. En lo mínimo se desveló por hacer llevadera la estancia de una especie elegante. Hay que imaginárnoslo como fue realmente: como un hombre de negocios de nuestros días: enérgico, grosero, con excelentes cualidades de carácter en detrimento de la sensibilidad y la inteligencia. ¿Qué significaban para él los unicornios?, ¿qué valen a los ojos del gerente de una factoría yanqui los amores de un poeta vagabundo? No poseía siquiera el patriarca esa curiosidad científica pura que sustituye a veces al sentido de la belleza.

Y el arca era bastante pequeña y encerraba un número crecidísimo de animales limpios e inmundos. El mal olor fue intolerable. Con su silencio a este respecto el Génesis revela una delicadeza que no se prodiga por cierto en otros pasajes del Pentateuco.

Los unicornios, antes que consentir en una turbia promiscuidad indispensable a la perpetuación de su especie, optaron por morir. Al igual que las sirenas, los grifos, y una variedad de dragones de cuya existencia nos conserva irrecusable testimonio la cerámica china, se negaron a entrar en el arca. Con gallardía prefirieron extinguirse. Sin aspavientos perecieron noblemente. Consagrémosles un minuto de silencio, ya que los modernos de nada respetable disponemos fuera de nuestro silencio.

1 comentario:

  1. Encuentro difícil decir algo sobre los textos. Aunque me confieso entusiasta de don Julio éstos minicuentos en particular no me parecen especialmente cargados de sentido. Es decir, la ironía está clarita, clarita, la temática imposible de polémica.

    Si acaso pueda leerse este "Unicornio" en consonancia con todo el programa narrativo de Torri, la brevedad, la consición y la ironía se convierten en medios de defensa contra el mundo literario imperante de su época (¿nuestra?) que premia a los escritores prolíficos (buenos o no) que prefiere la cantidad sobre la calidad. Los unicornios como la obra de Torri escogen morir con gallardía antes que consentir en una "turbia promiscuidad", prefieren el silencio esa única cosa respetable de la que disponen los modernos, a la vana palabrería, a la maloliente paja novelesca.

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