lunes, 10 de agosto de 2020

Montaigne de Thomas Bernhard (en Goethe se muere)

 

 Un breve comentario para un breve cuento. Hay que nombrar primero los temas obsesivos de Bernhard: la torre de la soledad intelectual, la crueldad de la infancia, de la familia y de la educación occidental. El primer Bernhard (no necesariamente en sentido cronológico), el de Corrección, el de Frío, el de Extinción. Y esa sorna, ese  desprecio por la alta cultura, pero que no se expresa en la puberta e ignara fanfarronería gringa (como en los beatniks, como en Boukowsky et alia legionaria crapulosa) sino por su conocimiento de, precisamente, la alta cultura. En otras palabras desprecia a Schopenhauer, Montaigne y Pascal cuando salen citados de los labios de sus ancestros, o incluso de sus paisanos, pero no cuando son leídos como él, en clave de derrumbe occidental. 

Más que pensar en Montaigne (una referencia que se me escapa) pienso en Platón y el agotamiento verbal. Como aquí:

It was not I who was the invalid and hence the weaker party, they said, but rather they who were the invalids and the weakened party, they were lorded over by me and not vice versa: I was their oppressor, they were not persecuting me, but rather I them.

Donde el juego entre pasivo y activo (entre amante y amado), encuentra resonancia en los diálogos platónicos y en esa veta socrática que, a fuerza de darle vueltas a las conjugaciones y declinaciones (un tour de force menos filosófico que lingüístico) llega a una conclusión supuestamente luminosa, luego de haber arrinconado a su interlocutor a base del vaciamiento del sentido. 

El otro filósofo en el que me hace pensar Bernhard no es tampoco ninguno de los mencionados en el texto (aunque ecos hay de Heidegger e incluso de Schopenhauer), Heráclito:

They stuck you in green clothes when you wanted to wear red [ones], in cold [clothes], when warm [clothes] had been necessary, [when] you wanted to walk, you were obliged to run, when you wanted to run, you were obliged to walk, [when] you wanted repose, they gave you none, [when] you wanted to cry, they silenced you.

Más allá del obvio sentido oximorónico del fraseo --tan expoliado chabacanamente entre nosotros por Don Octavio-- el eco con el Oscuro de Efeso está en la no resolución de las imágenes. En lo que los antiguos llamaban aposiopesis. Los puntos suspensivos bernhardianos que continúan como una plaga de hormigas como extensión del texto. Por ejemplo, cada vez que se introduce un "so to speak", que más que una muletilla, funciona como una duda razonable, que en las antípodas platónicas no busca resolver el discurso sino ponerlo en duda. Esto es difícil de probar en este texto en específico pero queda más claro en obras de más largo aliento. Como si el sentido se asfixiara y aniquilara, a cada paso y con cada tajante afirmación. 

Nada heraclíteas eso sí, son sus repeticiones. A Bernhard lo pienso siempre como el hermano snob y germano de Gombrowicz y el tío mundano del provinciano Bolaño (sus bobos adoradores ignoran gustosamente a toda su parentela, y hacen bien). Los tres se enseñorean de algo que la crítica bien podría (ignoro sí lo ha hecho ya) llamar "la gramática del absurdo". Lo interesante en Bernhard y Gombrowicz es que llegan al sinsentido por caminos antitéticos y quizá complementarios; aunque el rasgo compartido más claro sea la repetición: en forma de leitmotif en Gonbrowicz, (de acumulación y hartazgo en Bolaño --aunque habría que pensar que en su caso confeso y declarado esa acumulación sea más que un estilo literario, un estilo de vida y miedo a su viuda: engordó el 2666 como se sabe, para que el mamotreto durara y costara más), y finalmente por montaje cinematográfico en Bernhard. Necesito más espacio para desarrollar esto pero digamos que las frases vuelven, los nombres vuelven, iguales, cambiadas en parte, afectando el contexto pero sin realmente afectarlo. Como cortes disyuntivos (jump-cut edition). En obras más largas y más acabadas de Bernhard como Sí, o como Extinción o incluso en El Malogrado, esta repetición redunda en un negro y sabroso humor, que aquí está ausente.

O.H.T

3 comentarios:

  1. Convengo y celebro la manera en que supo ver esa oposición que, claramente (para el que lo sepa ver), Bernhard establece con sus ancestros, su tradición, su patria, traducida en la lectura de los clásicos, tu Montaigne, etc, no es mi Montaigne. Quizá con esa misma clave sea dado descifrar la extraña presencia de, por ejemplo, Wittgenstein en "Goethe se muere".

    "Donde el juego entre pasivo y activo (entre amante y amado)...": ese juego, como le llama, también está presente en el relato Goethe se muere, donde "los enfermos" y "los sanos" entran en un αγών

    continuará...



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  2. Indagando un poco en las razones de la presencia de Montaigne en el relato, parece que el pensador francés ocupa un lugar importante en la obra de Bernhard. Una cita de Montaigne abre "Extinción" y en "El origen" se le cita abundantemente. Para el cuento presente, Bernhard se vale de la biografía del filósofo francés para construir la trama y el personaje: se sabe que Montaigne, como el narrador del cuento, se retira a una torre del castillo paterno para realizar sus estudios y escribir.

    Pero ni Montaigne parece salvar al narrador, pues al final -sigo un comentario en alemán- Bernhard da a entender que el intento de escapar de sus torturadores se malogra. "Queremos huir, rehuir, pero no podemos ya. Ellos (y nosotros mismos) han tapiado todas las salidas al aire libre... Entonces aguardamos sólo el instante en que nos asfixiaremos... Siempre hemos querido la curación, cuando no había curación que esperar... Comprendí cuando era demasiado tarde para poder comprender". Considero crucial la idea de que el narrador confiesa que retirarse hacia las cosas del espíritu (Montaigne) resulta un auto engaño, lo mismo que huir, que no es más que una ilusión; en otras palabras, resulta inútil huir del mundo e intentar refugiarse en la filosofía.

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  3. Gran aporte, Marcelo. No conocía la anécdota de Montaigne y no lo recordaba citado en El origen. Habría entonces que pensar todo esto como una temática de Bernhard, la derrota anticipada de la reclusión en la filosofía (o la música en El malogrado, o la ciencia en Frío). Y a pesar de todo esa derrota es lo único que queda...

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