martes, 19 de enero de 2010

Bitácora III

La novia robada, Juan Carlos Onetti
Domingo 25 marzo 2007
Lugar: Bistrot 61. Álvaro Obregón 61. Roma

Luego de un prolongado recorrido por las calles de la Roma, de haber sido expulsados de tres cafés ¡Qué record! (ausencia de café, cierre próximo del lugar y atmósfera y tendera insufribles, motivos más que suficientes), y de andar en búsqueda, esta vez no infructuosa, aunque tampoco exitosa, del “Café de nadie”, fuimos a dar al Bistrot 61.

Primero: se expuso el tema de la temporalidad en la narración.
En Santa María nada pasaba, era en otoño, apenas la dulzura... nada pasaba
. Se resaltó la supresión de verbos o de verbos fuera del “ser”. ¿Se mencionó que al final de la obra había supresión de sustantivos o sujetos?
Se introdujo la cuestión de si la tipografía de la editorial “Siglo XXI” respondía a alguna petición del autor, si tendría una intención poética o alguna otra función. No se dio respuesta satisfactoria.

En cuanto al (sub)género de la obra, se lo calificó como “Carta de amor” o “Elegía”, aunque se afirmó que si es que podía corresponderle al texto una de estas denominaciones, esto sólo era pertinente al principio del cuento, pues en lo sucesivo no sigue la estructura ni el contenido propios de estos géneros.

La repetición de palabras en el cuento suscitó dos vertientes de opinión: o bien resulta exagerado su empleo, o bien son útiles para la función performativa del lenguaje. Al final, y relacionándola con las “figuras”, se sustenta la repetición por su función retórica. También las figuras cargan el texto de cierto “misterio”.

Por astucia, recurso, humildad, amor a lo cierto, deseo de ser claro y poner orden, dejo el yo y simulo perderme en el nosotros. Todos hicieron lo mismo
(p. 21, Siglo XXI). El pasaje se interpretó como el programa del autor en la obra. Con ello, hay una pretensión de claridad, si bien al final el conjunto resulta confuso. El autor intenta confundir al lector. Se trata de un relato ficcional.

Buena parte de la discusión se la llevó el asunto de las voces ¿narrativas? y el de la caracterización de personajes. De nuevo dos corrientes: 1. No hay distinción entre los diferentes “parlamentos” 2. Sí la hay. La primera corriente pregunta que si no la hay, ¿hay que ver una virtud o un defecto en el texto? La segunda corriente afirma que se trata de una parodia a la cursilería. [En opinión de este tecleador, esta última posición no se justificó satisfactoriamente.] Aunado a lo anterior, se introdujo el concepto de etopeya y se trajeron a colación algunos ejemplos con relación a la correcta (Rayuela; José Agustín y El complot mongol de Rafael Bernal ) o incorrecta organicidad de un texto (Carlos Fuentes).

Se esbozó un somero análisis de las figuras retóricas en el cuento. He aquí algunas:

• énfasis y con él la enumeración o congeries: "Por astucia, recurso, humildad, amor..., deseo..."; "protestan, explican, se quejan, desprecian"; "vuelven, lloran, se revuelven, se acomodan y se quedan"
• poliptoton: "Volvió, como volvieron, vuelven todos"; "Puede, pudo, podría"
• paronomasia : "La corta carta, insisto, que yo".
• epífora (relajada): "Podría decir regresan, retornan"; "Decimos que sí, aceptamos"

Breve diatriba sobre la naturaleza de la epífora, la cual al final sí consiste en la repetición de sonidos al final de una frase o un verso, y cuya contraparte es la anáfora.

El narrador: ¿se trata de un narrador omnisciente? Una opinión dio respuesta negativa a esta pregunta. Se prefirió el término “narrador-creador”. Muy distinto es el hecho de que sí haya un narrador en 1. y 3. persona del sg. y en 1. de pl.

Se trató con relativo detalle el pasaje del “tarot” y se discutió la función de las “cartas” (de tarot y los naipes) en la historia. La consulta del tarot en la BÓTICA ¿hace a la novia, además de robada y loca, cuerda?

La lectura del pasaje del “río y la niebla” permitió una breve discusión sobre la función performativa del lenguaje. En efecto, el pasaje es un ejemplo de la construcción del lenguaje performativo. Breve definición de lo “performativo” = creacionismo, es la lengua “que hace”. Se adujeron ejemplos de esto: El inicio de Las babas del diablo , Cortazar y el inicio del Tema del traidor y del héroe, Borges. ¿Se trata de un locus communis? Se mencionó también el caso de M. Foucault, Las palabras y las cosas. Se introdujo el concepto heterotopía de Foucault, como oposición a utopía.
No muy temprano ni tarde, el maítre en persona –Moncha se llama Insaurralde- trajo la cuenta doblada sobre un platito y la dejó exactamente entre ella y el otro ausente, invisible, separado de nos, de Santa María…
Con relación a este pasaje se aludió a “lo otro”, relacionado con “lo ominoso” según Freud.

Hubo consenso ¿lo hubo? en que a lo largo del cuento no es posible identificar “los tiempos”. Se estableció una comparación con Cien años de soledad, (“Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento….Buendía había de recordar….aquella tarde…en que su padre lo llevó a conocer…”) en donde se establece un pasado y un futuro míticos. Algo similar pasa con La novia robada en donde un “puede, Pudo, Podría” establece algo similar. **Checar si comprendí bien el símil, o si más bien quería contraponerse los dos ejemplos.

Al final se lanza la curiosa tesis de que todo el cuento bien podría ser la
…sola frase de tres líneas…vestido, salto de cama, camisón y mortaja.


* Se ofrecen dos títulos, presuntamente de mayor calidad que "La novia robada": 1. "El infierno tan temido" 2. "Bienvenido Bob"

* ¿Cómo debe entenderse un estilo turbio y pastoso? Tal designación es aplicada a Onetti por el crítico....


Por último, hay les envío unos juicios mamones sobre el cuentito:
"La novia robada es un tango reescrito por Mozart. La historia no traza más que la desventura de una mujer dominada por su vestido nupcial, destruida y exaltada por las sedas, los encajes y las puntillas. El hábito hace y deshace al monje... Es un cuento de hadas ponzoñoso, agriándose en sombrío relato gótico. Nadie como este autor para describir la vida cotidiana de los fantasmas, la vida fantasmal de las personas cotidianas. (Antonio Alerce, en Diorama de la cultura).
"Y la fuerza de un cuento como La novia robada, la suficiencia de ese rigor verbal, excluyen de antemano -o casi - cualquier juicio rotundo". (David Huerta, en Siempre!).


Soberbia carne triste (Reseña: La novia robada)
JUANA SALABERT
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Dueño de una fulgurante e inimitable escritura por la que deambulan, con pasos perdidos de insomnes o desvelados crónicos, los habitantes del reino de este mundo al que llamó Santa María a partir de La vida breve, Juan Carlos Onetti (Uruguay 1908-España 1995) hizo realidad en el esplendor de sus páginas aquel verso de Mallarmé que lamentaba la tristeza de la carne. Hay en él una desesperación tranquila, una asombrada piedad por los destinos, marcados por la fatalidad de una suerte de encanallamiento lúcido, de sus criaturas conocedoras de los golpes de la ira. Novelista formidable y desconcertante, Onetti es, asimismo, un maestro del relato y del cuento, territorios de la brevedad en los que su poética alcanza el punto máximo del desconsuelo. Criaturas dentro de un inevitable sueño que otro, su hacedor, sueña; así he vislumbrado yo siempre a seres como los que protagonizan estos relatos del deseo, la derrota, y una perfidia que no recela de la bondad más secreta. Moncha Insaurralde, por ejemplo, esa novia venida de un viaje a Europa para casarse con un muerto, y, sin embargo, vivísimo Marcos Bergner con su enterrada juventud de juerguista impenitente. O el Bob del terrible Bienvenido, Bob, ya convertido, lejos del país de la discordante juventud donde pudo creerse «dueño del futuro y el mundo», en un Roberto cualquiera con su «definitiva manera de estar hundido en la sucia vida de los hombres». A diferencia de sus desalentados anti-héroes masculinos, la mayoría de las mujeres de Onetti se eternizan en el fraguado espacio del rito. Ya sea éste el de la venganza, de una tenacidad violenta y amorosa, tema de El infierno tan temido, o el del reconocimiento trágico del deseo en Tan triste como ella, donde la rebelión ante el agostamiento de la carne y la pérdida se encarna en la imagen de un jardín, que fue mítica memoria familiar, arrasado por excavadoras mandadas por una traicionera voluntad herida. Más que cuentos de amor, estos relatos son textos sobre el después del amor, urdidos por un enamorado de lo quimérico del amor mismo. Textos donde la tristeza de la carne nos llega poderosa como un viento colándose entre las malezas de un lugar edénico visto al cabo de todas las caídas. Imposible no amarlos.

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